Por arquitectura de España se entiende la existente en lo que actualmente es territorio español y la realizada por arquitectos españoles en el mundo. Debido a la amplitud temporal y geográfica que tiene la historia de España, la arquitectura española ha tenido multitud de influencias y manifestaciones.
Incluso desde antes de los poblados que pudieron describir las fuentes romanas (como los de íberos, celtíberos, cántabros...), existen en la Península Ibérica vestigios de formas arquitectónicas comparables a otros ejemplos de las culturas mediterráneas y semejantes a los de Europa del norte.
Un auténtico desarrollo vino con la llegada de los romanos, que dejaron atrás algunos de sus monumentos más impresionantes en Hispania. La llegada de los visigodos supuso una profunda decadencia en las técnicas romanas pero también el aporte de técnicas constructivas más austeras de vinculación religiosa, al igual como ocurrió en el resto del imperio. La invasión musulmana en el año 711 supuso un cambio radical en los siguientes ocho siglos y llevó a grandes avances en la cultura, incluyendo la arquitectura. Córdoba, capital de la dinastía Omeya y Granada, de la nazarí, fueron centros culturales de extraordinaria importancia.
En los reinos cristianos surgieron gradualmente y desarrollaron sus propios estilos, inicialmente aislados de las influencias europeas y más tarde integrados en las grandes corrientes arquitectónicas europeas románica y gótica, que llegaron a alcanzar un auge extraordinario, con numerosas muestras a lo largo de todo el territorio. Simultáneamente se desarrolló el estilo mudéjar, del siglo XII al XVII, que se caracterizó por una mezcla de corrientes culturales de herencia árabe y europea.
Hacia finales del siglo XV y antes de influenciar a América Latina con la arquitectura colonial, España experimentó con la arquitectura renacentista, desarrollada principalmente por arquitectos locales (Pedro Machuca, Juan de Herrera, Andrés de Vandelvira...). El barroco español se caracteriza sobre todo por el exuberante churrigueresco y se distinguió de las influencias internacionales posteriores. El estilo colonial, que se mantuvo durante siglos, aun tiene una gran influencia en América Latina. El neoclasicismo tuvo su cumbre en el trabajo de Juan de Villanueva y sus discípulos.
El siglo XIX tuvo dos facetas: el esfuerzo en ingeniería para alcanzar un nuevo lenguaje y mejoras estructurales con hierro y vidrio como principales materiales, y la corriente académica que primero se enfocó en el historicismo y el eclecticismo y más tarde en los regionalismos. La entrada del modernismo en las corrientes académicas produjo figuras como Antonio Gaudí en la arquitectura del siglo XX. El estilo internacional fue liderado por grupos como el GATEPAC.
España está sufriendo una verdadera revolución técnica dentro de la arquitectura contemporánea y los arquitectos españoles como Rafael Moneo, Santiago Calatrava y Ricardo Bofill se han convertido en referentes internacionales.
Por la relevancia artística de muchas de las estructuras arquitectónicas de España, incluyendo partes enteras de ciudades, han sido designadas Patrimonio de la Humanidad. El país posee el segundo puesto en número de lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, superado solamente por Italia.
Pediodos y estilos arquitectónicos
Prehistoria
Arquitectura megalítica
Durante la Edad de Piedra el megalito más extendido en la Península Ibérica era el dolmen. Los planos de estas cámaras funerarias solían ser seudocírculos o trapezoides, formados por enormes piedras hincadas en el suelo y otras que las cubrían, formando un techo. Según iba evolucionando la tipología, apareció una entrada en corredor, que gradualmente fue tomando importancia hasta ser tan ancho como la cámara. En el estadio más avanzado, eran comunes techos abovedados y falsas cúpulas. El complejo de Antequera contiene los dólmenes más grandes de Europa. El mejor conservado, la Cueva de Menga, tiene 25m de profundidad, cuatro metros de alto y fue construido con 32 megalitos.
En la Edad de Bronce, los ejemplos mejor conservados están en las Islas Baleares, donde aparecen tres tipos de construcciones: la taula, en forma de T, el talayot y la naveta. Los talayots eran torres de defensa troncocónicas o troncopiramidales. Solían tener un pilar central. Las navetas eran construcciones realizadas con grandes piedras y su forma era similar a los cascos de los barcos.
Arquitectura íbera y céltica
Las construcciones características de los celtas eran los castros, pueblos amurallados, habitualmente situados en lo alto de una colina o un monte. Se desarrollaron en las áreas de asentamiento celtas en el valle del Duero y en Galicia. Ejemplos incluyen Las Cogotas, en Ávila, y el Castro de Santa Tecla, en Pontevedra.
Las casas en los "castros" tienen de unos 3,5 a 5 metros de longitud y son generalmente circulares, existiendo algunas rectangulares, de piedra y con techos de paja, con una columna central. Sus calles eran generalmente regulares, sugiriendo algún tipo de organización central.
Las ciudades construidas por los arévacos están relacionadas con la cultura íbera, cuyas ciudades tuvieron un desarrollo urbano notable, como Numancia. Otras son más primitivas y a menudo excavadas en la roca, como Termantia.
Época romana
Desarrollo urbano
La conquista romana de Hispania, comenzada en el 218 adC, supuso una romanización casi completa del a Península Ibérica. La cultura romana fue asumida profundamente por la población: antiguos campamentos militares y asentamientos íberos, fenicios y griegos fueron transformados en grandes ciudades, como por ejemplo Emerita Augusta en la Lusitania, Corduba, Itálica, Hispalis, Gades en la Bética, Tarraco, Caesar Augusta, Asturica Augusta, Legio Septima Gemina y Lucus Augusti en la Tarraconensis, unidas por una compleja red de carreteras. El desarrollo de la construcción incluye algunos monumentos de calidad comparable a los de la capital, Roma.
Construcciones
La ingeniería civil está representada en imponentes construcciones como el Acueducto de Segovia o el de Mérida (Acueducto de los Milagros), en puentes como los de Alcántara, (Alcántara, Cáceres) sobre el Tajo o el de Córdoba sobre el Guadalquivir. También se construyeron faros como el que aun está en uso en La Coruña, la Torre de Hércules. Las construcciones civiles se vieron impulsadas sobre todo bajo el emperador Trajano (98 adC - 117 adC).
La arquitectura lúdica está representada por edificios como los teatros de Mérida, Sagunto, Tiermes o Cádiz, los anfiteatros de Mérida, Itálica, Tarraco y Segóbriga y los circos de Mérida, Córdoba, Toledo, Sagunto y muchos otros.
La arquitectura religiosa también se extendió por la península como se puede ver en los templos de Córdoba, Vic, Mérida (Diana y Marte) y Talavera la Vieja, entre otros. Los principales monumentos funerarios son las torres de los escipiones de Tarragona, el dístilo de Zalamea de la Serena y los mausoleos de la familia Atilii en Sádaba y Fabara. Arcos de triunfo se pueden encontrar en Caparra, Bará y Medinaceli.
Arquitectura prerrománica
El término prerrománico se refiere al arte cristiano tras la antigüedad clásica y antes del arte románico. Cubre realizaciones artísticas muy diversas, puesto que fueron realizadas en siglos distintos y por culturas diferentes. El territorio español tiene una gran variedad en arquitectura prerrománica: alguna de sus ramas, como el arte asturiano, llegaron a un gran nivel de refinamiento para su época y contexto cultural.
Arquitectura visigoda
Del siglo VI cabe mencionar los restos de la basílica de Cabeza de Griego, en Cuenca y la pequeña iglesia de San Cugat del Vallés, en Barcelona. Ésta, aunque muy deteriorada, muestra claramente una planta de nave única que termina en un ábside. Del siglo siguiente son las de San Pedro de la Nave, San Juan de Baños, Santa María de Quintanilla de las Viñas, cuya traza se repetirá luego en otros templos posteriores pertenecientes al «estilo de repoblación» (mal llamados «mozárabes»). Por lo demás, en esta época se sigue básicamente la tradición paleocristiana en la arquitectura religiosa.
Arquitectura asturiana
El Reino de Asturias aparece en 718, cuando las tribus astures, reunidas en asamblea, deciden nombrar a Don Pelayo su jefe. Pelayo reunió a las tribus locales y a los refugiados visigodos bajo sus órdenes con la intención de restaurar progresivamente el orden godo.
El prerrománico asturiano es un estilo singular, que, combinando elementos de otros estilos, como el visigodo y las tradiciones locales, creó y desarrolló su propia personalidad y características, alcanzando un notable nivel de refinamiento, no sólo en cuanto a la construcción, sino también en cuanto a estética.
En cuanto a su evolución, el prerromano asturiano siguió una «evolución estilística claramente asociada a la evolución política del reino, sus etapas marcadas con nitidez». Fue principalmente una arquitectura de la corte y se distinguen cinco etapas: primer periodo (737-791) desde el reino de Favila al de Bermudo I de Asturias. El segundo periodo incluye los reinos de Alfonso II de Asturias (791-842), entrando en una etapa de definición estilística. Estos dos periodos se incluyen dentro del llamado prerramirense. La iglesia más importante es la de San Julián de los Prados, en Oviedo, con un sistema de volúmenes interesante y un programa de frescos iconográficos interesantes, estrechamente relacionados con las pinturas murales romanas. Las celosías y las ventanas trifoliadas en el ábside aparecen por primera vez en esta etapa. La Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, San Pedro de Nora y Santa María de Bendones también pertenecen al prerramirense.
El tercer periodo comprende los reinos de Ramiro I (842-850) y Ordoño I (850-866). Es el llamado ramirense y es considerado como la culminación de este estilo, debido al trabajo de un arquitecto desconocido que trajo nuevos estilos ornamentales y estructuras, como la bóveda de cañón y el uso consistente de arcos transversales y contrafuertes, acercando el estilo a los logros obtenidos por la arquitectura románica dos siglos más tarde. Algunos autores han señalado una inexplicable influencia siria en la ornamentación. En este periodo florecieron la mayoría de las obras maestras de este estilo: los pabellones del palacio del Monte Naranco (Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo) y la iglesia de Santa Cristina de Lena.
Un cuarto periodo se extiende durante el reinado de Alfonso III (866-910), en la que se detecta la llegada de una fuerte influencia mozárabe a la arquitectura asturiana, expandiéndose el uso del arco de herradura. Una quinta y última etapa coincide con el traslado de la corte a León, con lo que deja de hablarse propiamente de Reino de Asturias, prefiriéndose el término Reino de León. El prerrománico entra en la fase que puede denominarse arte de repoblación.
Arquitectura mozárabe
La arquitectura mozárabe fue llevada a cabo por los mozárabes, cristianos que vivían en la España musulmana desde la invasión árabe (711) hasta finales del siglo XI, y que mantuvieron su personalidad diferenciada también frente a los cristianos de los reinos del norte, a los que fueron emigrando en oleadas sucesivas o siendo incorporados por la Reconquista. Un ejemplo de esta arquitectura es la iglesia de Bobastro, un templo rupestre que se encuentra en el lugar conocido como Mesas de Villaverde, en Ardales (Málaga), de la que sólo quedan algunas ruinas. Otro edificio representante de esta arquitectura es la iglesia de Santa María de Melque, situada en las proximidades de La Puebla de Montalbán (Toledo). Con respecto a este templo se duda en su filiación estilística, pues comparte rasgos visigodos con otros más propiamente mozárabes, no estando tampoco clara su datación. La ermita de San Baudelio de Berlanga presenta una tipología inédita, incluyendo en su planta rectangular una tribuna sobre una pequeña sala hipóstila, a la manera de las mezquitas, y siendo sustentada su cubierta por un único pilar central con forma de palmera. Tanto dicho pilar como los muros interiores están profusamente decorados con frescos representando escenas de caza y animales exóticos. Se puede establecer cierta conexión tipológica como templo iniciático, ya en época románica, con la iglesia Santa María de Eunate y las demás construcciones templarias de planta centralizada, como la de Torres del Río o la Vera Cruz de Segovia.
Como ya se ha dicho, la identificación con lo mozárabe de construcciones en los reinos cristianos del norte peninsular es problemática.
Arquitectura de repoblación
Entre finales del siglo IX y comienzos del siglo XI se desarrolla en los reinos cristianos del norte una evolución del prerrománico que tradicionalmente se ha atribuido a la influencia mozárabe, aunque en la actualidad ésta se han puesto en discusión y se prefiere considerarla como una tercera fase del prerrománico, tras el visigodo y el asturiano. Históricamente coincide con la repoblación de la Meseta del Duero y la cabecera del Ebro. Ejemplos de estos templos son los de iglesia de San Cebrián de Mazote (Valladolid), el monasterio de San Miguel de Escalada (León) , la iglesia de Santiago de Peñalba de Santiago (León), Iglesia de San Vicente del Valle (Burgos), Iglesia de Santa María de Lebeña (Cantabria), Ermita San Baudelio de Berlanga de Caltojar (Soria), el Monasterio de San Juan de la Peña de Jaca (Huesca), la iglesia prerrománica del Monasterio de Leyre (Navarra), el Monasterio de San Millán de Suso (La Rioja) y algunos otros ejemplos zamoranos o asturianos. Similar argumento podría hacerse para incluir algunas pequeñas iglesias catalanas consideradas "mozárabes", como las de San Julián de Boada o la iglesia de Santa María de Matadars.
Arquitectura de Al-Ándalus
El Califato de Córdoba
La conquista musulmana de Hispania por las tropas de Musa ibn Nusair y Táriq ibn Ziyad y la caída de la dinastía Omeya de Damasco, llevaron a la creación por Abderramán I, el único príncipe sobreviviente que escapó de los abbasí, de un Emirato independiente con capital en Córdoba. La ciudad se convertiría en la capital cultural de occidente de 750 a 1009.
La arquitectura construida en Al-Ándalus bajo los omeyas evolucionó a partir de la de Damasco, con añadidos estéticos locales: el arco de herradura, distintivo de la arquitectura hispano-árabe, fue tomado de los visigodos. Arquitectos, artistas y artesanos llegaron desde oriente para construir ciudades como Medina Azahara, cuyo esplendor no podía ni imaginarse en los reinos europeos contemporáneos.
La construcción más importante de los Omeyas en Córdoba fue la Mezquita de Córdoba, construida en etapas consecutivas por Abderramán I, Abderramán II, Alhakén II y Almanzor.
Los reinos taifas
Con la desaparición del Califato, el territorio se vio dividido en pequeños reinos llamados taifas. Su debilidad política fue acompañada de un conservadurismo cultural, que, junto con el avance de los reinos cristianos, llevó a que los taifas se agarrasen al prestigio de las estructuras y formas del estilo de Córdoba.
La recesión se manifestó en las técnicas de construcción y en los materiales empleados, aunque no en la profusión de la ornamentación. Los arcos polilobulados fueron multiplicados y adelgazados y todos los elementos califales fueron exagerados.
Algunos magníficos ejemplos de la arquitectura taifal han llegado hasta nuestros días, como el Palacio de la Aljafería en Zaragoza o la pequeña mezquita de Bab-Mardum en Toledo, más tarde convertida en uno de los primeros ejemplos de arquitectura mudéjar como la Ermita del Cristo de la Luz.
Almorávides y almohades
Los almorávides irrumpieron desde el norte de África en Al-Ándalus en 1086 y unificaron los reinos taifas bajo su poder. Desarrollaron su propia arquitectura, pero es muy poco lo que ha sobrevivido, ya que la siguiente invasión, la de los almohades, impuso un islamismo ultraortodoxo y destruyó prácticamente todos los edificios almorávides importantes, junto con Medina Azahara y otras construcciones califales.
La arquitectura almohade es extremadamente sobria y desnuda. Emplearon el ladrillo como principal material de construcción. Prácticamente la única decoración empleada, la sebka, eran rejillas de rombos realizados con ladrillo. También emplearon la palma como decoración, pero no era más que una simplificación de la más ornamentada palma almorávide. Con el paso del tiempo, el arte almohade se fue haciendo ligeramente más decorativo.
El elemento mejor conocido de la arquitectura almohade es La Giralda, antiguo minarete de la mezquita de Sevilla. Clasificada como mudéjar, pero inmersa en la estética almohade, la sinagoga de Santa María la Blanca, en Toledo, es un raro ejemplo de colaboración arquitectónica de las tres culturas medievales españolas.
Arquitectura nazarí del reino de Granada
Tras la disolución del imperio almohade, los reinos musulmanes del sur de la Península se reorganizaron y en 1237 se estableció el reino nazarí con capital en Granada.
La arquitectura producida por los nazarís iba a ser una de las más ricas del Islam. Fue heredera de los otros estilos musulmanes de Al-Ándalus, que los nazarís combinaron, y del estrecho contacto con los reinos cristianos del norte. Los elementos de la ornamentación y estructurales fueron tomados de la arquitectura cordobesa (arcos de herradura), de los almohades (sebka y palma), pero también de creación propia, como los capiteles prismáticos y cilíndricos y arcos de mocárabe, en una alegre combinación de espacios interiores y exteriores, de jardines y arquitectura, pensados para agradar a todos los sentidos. Al contrario que la arquitectura omeya, que empleaba materiales caros e importados para la construcción, los nazarís emplearon sólo materiales humildes: barro, escayola y madera. Sin embargo el resultado estético está lleno de complejidad y es desconcertante para el expectador: la multiplicación de la decoración, el uso sabio de la luz y las sombras y la incorporación del agua a la arquitectura, son algunas de las claves del estilo. También se integró la epigrafía en las paredes de las diferentes habitaciones, con poemas alusivos a la belleza de los espacios. Los palacios de la Alhambra y el Generalife son las construcciones más importantes del periodo.
Arquitectura mudéjar
La arquitectura realizada por los musulmanes que permanecieron en territorio cristiano y que no se convirtieron es llamado estilo mudéjar. Se desarrolló principalmente del siglo XII al XVI con fuertes influencias del gusto y arte árabe, pero adaptado al gusto de los señores cristianos. Por ello, el mudéjar es apenas un estilo puro: se combina frecuentemente técnicas y lenguaje artístico con otros estilos dependiendo del momento histórico. Así, nos podemos referir al mudéjar, pero también al románico mudéjar, al gótico mudéjar o al mudéjar renacentista.
El estilo mudéjar es una simbiosis de técnicas y formas de entender la arquitectura, resultado de la convivencia de las culturas musulmana, judía y cristiana. Emergió como un estilo arquitectónico en el siglo XII. Se suele aceptar que el estilo nace en Sahagún. Se extendió al resto del Reino de León, Toledo, uno de los centros más antiguos e importantes, Ávila, Segovia, y más tarde a Andalucía, especialmente a Sevilla y Granada. En Toledo hay que destacar las sinagogas de Santa María la Blanca y El Tránsito, ambas mudéjares pero no cristianas. En Sevilla, las habitaciones del Alcázar, a pesar de ser clasificadas como mudéjar, están más relacionadas con el arte nazarí de la Alhambra que al resto del mudéjar, puesto que fueron creados por arquitectos de Granada con poca influencia cristiana traídos por Pedro I de Castilla. También en Sevilla hay que destacar la Casa de Pilatos.
Otros centros importantes del mudéjar se encuentran en ciudades como Toro, Cuéllar, Arévalo y Madrigal de las Altas Torres, destacando el Monasterio de Las Claras, en Tordesillas. Un desarrollo especial lo tuvo el mudéjar aragonés, especialmente en Zaragoza y Teruel durante los siglos XIII, XIV y XV, destacándose las torres mudéjares de Teruel.
Se caracteriza por el uso del ladrillo como material principal. No creó estructuras propias, al contrario que el gótico o el románico, sino que reinterpretó los estilos occidentales a través de una perspectiva musulmana. El carácter geométrico, distintivo de Islam, aparece en las artes accesorias, empleando materiales baratos - azulejo, ladrillo, madera, yeso, metales - trabajados de forma elaborada, destacando el artesonado. Incluso después de que los musulmanes ya no fueran empleados en la construcción, sus contribuciones se mantuvieron como parte integral de la arquitectura española.
Arquitectura románica
El románico de desarrolló inicialmente en los siglos X y XI, anterior a la influencia de Cluny, en los Pirineos catalanes y aragoneses, simultáneamente con el norte de Italia, en lo que se ha llamado «primer románico» o «románico lombardo». Es un estilo muy primitivo, cuyas características son paredes gruesas, falta de escultura y la presencia de ornamentación rítmica con arcos, tipificada en las iglesias del valle de Bohí (San Clemente de Tahull) y los monasterios de San Pedro de Roda y Santa María de Ripoll.
La arquitectura románica plena llegó con la influencia de Cluny a través del Camino de Santiago, que finaliza en la Catedral de Santiago de Compostela. El modelo de románico español del siglo XII era la Catedral de Jaca, con su plano y ábsides característicos de la planta de peregrinación basada en San Sernin de Toulouse y el «ajedrezado» o «taqueado jaqués». Según avanzaban los reinos cristianos hacia el sur, este modelo se extendió por las áreas reconquistadas con algunas variaciones. Los monasterios siguieron una estructura similar (Santo Domingo de Silos, en Burgos).
De influencia francesa es la magnífica fachada de iglesia de Santo Domingo de Soria. La fachada de Nuestra Señora de Poitiers sirvió posiblemente de modelo para la de Santo Domingo y fueron maestros poitevinos los que intervinieron en su realización. Lo cierto es que este frente representa uno de los mayores logros del románico español. Para Gaya Nuño “...su distribución decorativa es la más rica, la más homogénea y armoniosa de la Península, y no reconoce como más bella ni a la de Ripoll”.
El románico español también muestra influencias de los estilos prerrománicos, principalmente el asturiano y el mozárabe, pero también de la arquitectura árabe, tan próxima, sobre todo de los techos de la Mezquita de Córdoba y los arcos polilobulados. Así se advierte en San Juan de Duero (Soria), San Isidoro de León o en la peculiar iglesia poligonal de Eunate en Navarra (con muy pocos ejemplos comparables, como la Vera Cruz segoviana). El románico segoviano se caracteriza por sus torres solemnes y por el pórtico de arquerías sobre columnas sencillas o pareadas, que cumplieron una importante función en la vida urbana medieval (San Esteban). Las catedrales leonesas de Zamora y vieja de Salamanca, así como la Colegiata de Toro, se caracterizan por sus peculiares cimborrios y cúpulas.
En algunas zonas, hubo una verdadera fiebre constructiva (del románico palentino hay más de seiscientas iglesias catalogadas). También hay un románico civil (o más bien militar, como las murallas de Ávila y castillos como los de Pedraza o Sepúlveda). Tal esfuerzo sólo puede entenderse como consecuencia de la pujanza de la sociedad de los reinos cristianos, capaces incluso de extraer recursos (pago de parias) de los divididos reinos taifas. La oscilante frontera de la reconquista en los siglos XI y XII produce que el románico pueda encontrarse fundamentalmente en la mitad septentrional de la Península Ibérica.
En el siglo XIII, algunas iglesias alternan el estilo románico con el naciente gótico.
Arquitectura gótica
El estilo gótico comenzó en España debido a la creciente influencia del resto de Europa durante el siglo XII, cuando el románico tardío alternaba con un estilo de transición como es la arquitectura cisterciense y con algunas expresiones de gótico puro, como la Catedral de Ávila; ésta y la de Cuenca son las más tempranas del estilo. El gótico pleno llega con toda su fuerza a través del Camino de Santiago en el siglo XIII, con la creación de algunas de las más puras catedrales góticas, de influencia francesa: las catedrales de Burgos, León y Toledo.
Posteriormente al siglo XIII, el estilo se extiende en variantes como el gótico levantino y el gótico isabelino.
El gótico levantino, que florece en el siglo XIV, está caracterizado por sus logros estructurales y la unificación del espacio, siendo sus obras maestras la Catedral de Palma de Mallorca, la Lonja de la Seda de Valencia y la Iglesia de Santa María del Mar de Barcelona. Guillermo Bofill realizará en la catedral de Gerona un extraordinario atrevimiento al unificar las tres naves de la cabecera en una sola de extraordinaria amplitud.
En la Castilla del siglo XV la estrecha relación comercial y política con el norte de Europa trae a arquitectos como Juan y Simón de Colonia, Hanequín de Bruselas, Juan Guas y Enrique Egas que crean escuela adaptándose a la sensibilidad local. Se sigue trabajando en las últimas grandes catedrales góticas (Sevilla, nueva de Salamanca y Segovia). El gótico isabelino, llamado así por coincidir con el reinado de los Reyes Católicos, supone una transición al renacimiento. Sus obras maestras son San Juan de los Reyes en Toledo, la Capilla Real de Granada y la Cartuja de Miraflores en Burgos. Las fronteras cronológicas y formales con el simultáneo plateresco son imprecisas.
Arquitectura renacentista
En España, el Renacimiento comenzó unido a las formas góticas en las últimas décadas del siglo XV. El estilo comenzó a extenderse sobre todo a manos de arquitectos locales: es la razón de un estilo renacentista específicamente español, que reunió la influencia de la arquitectura del sur de Italia, a veces proveniente de libros ilustrados y pinturas, con la tradición gótica y la idiosincrasia local. El nuevo estilo se llama plateresco, debido a las fachadas decoradas en exceso, que recuerdan a los intrincados trabajos de los plateros. Órdenes clásicas y motivos de candeleros (candelieri) se combinan con libertad en conjuntos simétricos.
En este contexto, el Palacio de Carlos V realizado por Pedro Machuca, en Granada, supuso un logro inesperado dentro del renacimiento más avanzado de la época. El palacio puede ser definido como una anticipación al manierismo, debido a su dominio del lenguaje clásico y sus logros estéticos rupturistas. Fue construido antes de las principales obras de Miguel Ángel y Palladio. Su influencia fue muy limitada y mal entendida, las formas platerescas se imponían en el panorama general.
Según pasaban las décadas, la influencia gótica desaparece y la búsqueda de un clasicismo ortodoxo alcanzó niveles muy altos. Aunque el plateresco es un término usado habitualmente para definir a la mayoría de la producción arquitectónica de finales del siglo XV y primera mitad del siglo XVI, algunos arquitectos adquirieron un gusto más sobrio, como Diego de Siloé y Rodrigo Gil de Hontañón. Ejemplos de plateresco son las fachadas de la Universidad de Salamanca y del Hostal San Marcos de León.
La cumbre del renacimiento español está representado por el Real Monasterio de El Escorial, realizado por Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, en el que una adherencia excesiva al arte de la antigua Roma fue superado por el estilo extremadamente sobrio. La influencia de los techos flamencos, el simbolismo de la escasa decoración y el preciso corte del granito establecieron la base para un estilo nuevo, el herreriano.
Con un estilo más próximo al manierismo, el siglo se cierra con arquitectos como Andrés de Vandelvira (Catedral de Jaén).
Arquitectura barroca
Cuando las influencias barrocas italianas llegaron a España, gradualmente sustituyeron en el gusto popular al sobrio gusto clasicista que había estado de moda desde el siglo XVI. Tan pronto como en 1667, las fachadas de la Catedral de Granada de Alonso Cano y la de Jaén de Eufrasio López de Rojas indican la facilidad de su interpretación a la manera barroca de los motivos tradicionales de las catedrales españolas.
El barroco local mantiene raíces en Herrera y en la construcción tradicional en ladrillo, desarrollada en Madrid a lo largo del siglo XVII (Plaza Mayor y Ayuntamiento de Madrid).
En contraste al barroco de la Europa septentrional, el arte español de la época busca agradar a los sentidos más que al intelecto. La familia Churriguera, que se especializó en altares y retablos, se rebelaron contra la sobriedad del clasicismo herreriano y promocionaron un estilo intrincado, exagerado y casi caprichoso de decoración superficial, conocido como churrigueresco. En medio siglo, convirtieron Salamanca en una ciudad churrigueresca ejemplar.
La evolución del estilo pasó por tres fases. Entre 1680 y 1720, los Churriguera popularizaron la mezcla de columna salomónica de Guarini y el orden compuesto, conocido como «orden suprema». Entre 1720 y 1760, la columna churrigueresca o estípite, en forma de cono o obelisco invertido, se estableció como elemento principal de la decoración ornamental. Los años 1760 a 1780 vieron un desplazamiento gradual del interés desde el movimiento retorcido y excesivo de la ornamentación hacia el equilibrio y la sobriedad del neoclásico.
Dos de las más espectaculares creaciones del barroco español son las fachadas de la Universidad de Valladolid (Diego Tomé, 1719) y del Hospicio de San Fernando en Madrid (Pedro de Ribera, 1722), cuya extravagancia curvilínea parece anunciar a Antonio Gaudí y el modernismo. En este caso y en muchos otros, el diseño incluye el juego de techos y elementos decorativos con poca relación con la estructura y función. sin embargo, el barroco churrigueresco ofrece alguna de las combinaciones de luz y espacio más espectaculares, como en la Cartuja de Granada, considerada la apoteosis del churrigueresco aplicado a espacios interiores, y el «transparente» de la Catedral de Toledo de Narciso Tomé, donde escultura y arquitectura se integran para conseguir un efecto dramático de la luz.
El Palacio Real de Madrid y las construcciones del Paseo del Prado (Salón del Prado y Puerta de Alcalá) también en Madrid, merecen ser mencionados. Fueron construidos en el sobrio barroco internacional, a menudo confundido con el neoclásico, por los reyes borbones Felipe V y Carlos III. Los palacios reales de La Granja de San Ildefonso, en Segovia, y el de Aranjuez, en Madrid, son buenos ejemplos de la integración de arquitectura y jardines del barroco, con notable influencia francesa (La Granja es conocido como el «Versalles español»), pero con concepción espacial local, que de alguna manera muestra herencia de la ocupación musulmana.
El rococó se introdujo en España por primera vez en la Catedral de Murcia, en 1733, en su fachada occidental. También en la zona levantina, se destaca la exuberante decoración de la puerta del palacio del Marqués de Dos Aguas en Valencia, diseñada por el pintor y grabador Hipólito Rovira (1740-1744). El mejor representante del estilo fue el maestro español Ventura Rodríguez, responsable de la Santa Capilla de la Virgen del Pilar (1750) en el interior del templo de Nuestra Señora del Pilar en Zaragoza.
Arquitectura colonial
La combinación de influencias decorativas nativas americanas y árabes, con una interpretación extremadamente expresiva del churrigueresco, podría explicar la variedad y intensidad del barroco en las colonias americanas de España. Aún más que en su equivalente español, el barroco americano se desarrolló como un estilo de decoración del estuco. Fachadas con torres gemelas de muchas catedrales americanas del siglo XVII tienen raíces medievales. El barroco pleno no aparece hasta 1664, cuando los jesuitas construyeron su santuario en la Plaza de Armas en Cuzco.
El barroco peruano es especialmente exuberante, como evidencia el monasterio de San Francisco en Lima (1673), que muestra una fachada oscura y muy intrincada entre dos torres gemelas de piedra local amarilla. Mientras que el barroco rural de las misiones jesuíticas (estancias) en Córdoba (Argentina) siguieron el modelo de Il Gesù, estilos provinciales «mestizos» aparecieron en Arequipa, Potosí y La Paz. En el siglo XVIII, los arquitectos de la región se inspiraron en el arte mudéjar de la España medieval. El estilo de fachada del barroco tardío surge por primera vez en la Iglesia de Nuestra Señora de La Merced en Lima (1697-1704). De forma similar, en la Iglesia de La Compañía en Quito (1722-65), la fachada parece un retablo ricamente esculpido con un exceso de columnas salomónicas.
Al norte, la provincia más rica del siglo XVIII, Nueva España, el actual México, produjo una arquitectura fantásticamente extravagante y visualmente frenética que es el churrigueresco mexicano. Este estilo ultrabarroco culmina en los trabajos de Lorenzo Rodríguez, cuya obra maestra es el Sagrario Metropolitano en Ciudad de México (1749-69). Otros ejemplos notables se encuentran en remotos pueblos mineros. Por ejemplo el santuario de Ocotlan (comenzado en 1745) es una catedral barroca de primer orden, cuya superficie está cubierta de baldosas rojas brillantes, que contrastan con una plétora de ornamentos comprimidos aplicados generosamente en la portada y los flancos de las torres. La autentica capital del barroco mexicano es Puebla, donde la abundancia de baldosas pintadas a mano y piedra local gris llevaron a una evolución muy personal y localizada del estilo, con un pronunciado sabor indio.
Arquitectura neoclásica
Los postulados extremadamente intelectuales del neoclásico tuvieron menos éxito en España que el mucho más expresivo barroco. El neoclasicismo español se expandió a partir de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, fundada en 1752. Su principal figura fue Juan de Villanueva, que adaptó las ideas de Edmund Burke sobre la belleza y lo sublime a los requerimientos del clima y la historia locales. Construyó el Museo del Prado (que en principio iba a tener funciones de Gabinete de Ciencias), combinando tres elementos: una academia, un auditorio y un museo, en un edificio con tres entradas separadas. El Prado formaba parte del ambicioso programa de Carlos III que pretendía convertir Madrid en la capital de las Artes y las Ciencias. Muy próximo al museo, Villanueva construyó el observatorio astronómico de El Retiro y el Jardín Botánico todo ello en el conjunto del eje del Paseo del Prado, con sus emblemáticas fuentes de Neptuno y Cibeles (diseñadas por Ventura Rodríguez) y cerrado por el Hospital y Real Colegio de Cirugía de San Carlos. También diseñó algunas de las residencias de verano de los reyes en El Escorial y Aranjuez y reconstruyó la Plaza Mayor de Madrid, entre otras obras importantes. Los discípulos de Villanueva Antonio López Aguado e Isidro González Velázquez diseminarán el estilo por el centro del país.
El siglo XIX
Eclecticismo
La arquitectura eclecticista es aquella que combina varios estilos en un edificio, sin seguir un solo orden arquitectónico. Esta corriente llegó a España en los últimos años del siglo XIX. Uno de los edificios eclecticistas más importantes es el Palacio de Comunicaciones de Madrid, diseñado por Antonio Palacios y Joaquín Otamendi. Fue inaugurado en 1909.
Historicismo
Desde Europa llegó en el siglo XIX el historicismo, cuyos estilos más destacados son el neogótico y el neorrománico. Del neogótico hay que destacar el Palacio Episcopal de Astorga y el Palacio de Sobrellano en Comillas, la fachada de la Catedral de Barcelona, la Catedral de San Cristóbal de La Laguna en Tenerife y la Catedral del Espíritu Santo de Tarrasa. Del neorrománico, menos importante que el anterior, hay que mencionar la cripta de la Catedral de Madrid y la Basílica de Nuestra Señora de Covadonga, en Asturias.
A finales del siglo XIX un nuevo movimiento arquitectónico surgió en Madrid: un resurgimiento de la arquitectura mudéjar, el neomudéjar, que enseguida se extendió por otras regiones. Arquitectos como Emilio Rodríguez Ayuso veían el arte mudéjar como un estilo exclusivo y característico de España. Se comenzaron a construir edificios empleando algunas de las características del antiguo estilo, como los arcos de herradura y el empleo de ornamentación abstracta en ladrillo para las fachadas. Se popularizó sobre todo en la construcción de plazas de toros y otros edificios públicos, pero también para la construcción de viviendas, debido al uso de materiales baratos, principalmente ladrillo para los exteriores. A destacar la portada de la Catedral de Teruel y La Escalinata de la misma ciudad, obra de Aniceto Marinas, y la plaza de Toros de Las Ventas de Madrid.
Arquitectura del vidrio y el hierro
A imitación del Palacio de Cristal construido en Londres para la Gran Exposición de 1851, también se construyeron palacios de cristal en España. Los dos ejemplos más notables son el Palacio de Cristal de la Arganzuela y el Palacio de Cristal del Retiro en Madrid.
El siglo XX
Modernismo
En España, el modernismo tuvo su centro en Barcelona. Cuando la ciudad de Barcelona se amplió más allá de sus límites históricos, resultando el Eixample («Ensanche»; de Ildefons Cerdá), en el que se desarrollará el llamado modernismo catalán o modernisme. El modernisme rompió con estilos anteriores y empleó para su inspiración formas orgánicas, al igual que hacía el Art Noueveau en Francia y el Jugendstil en Alemania. El arquitecto más famoso es Antoni Gaudí, cuya obra en Barcelona (los más conocidos La Sagrada Familia, el Parque Güell, la Casa Milà y la Casa Batlló) y en otros lugares de España (Capricho de Gaudí, Casa Botines y Palacio Episcopal de Astorga) mezcla la arquitectura tradicional con otros estilos nuevos, siendo precursor de la arquitectura moderna. Otros arquitectos catalanes notables de la época fueron Lluís Domènech i Montaner y Josep Puig i Cadafalch.
El modernismo también tuvo desarrollo en otras ciudades de Cataluña, como Tarrasa (Masia Freixa y Vapor Aymerich, Amat i Jover) y Reus (Casa Navàs), y del resto de España, como Teruel (Casa de Tejidos el Torico o Casa Ferrá), Zaragoza (Casino Mercantil o Quiosco de música del Parque Primo de Rivera) o Comillas, donde, a parte del Capricho de Gaudí, se puede admirar la Universidad Pontificia Comillas.
Arquitectura moderna
La creación en 1928 del grupo GATCPAC en Barcelona, seguido de la creación del GATEPAC (1930) por arquitectos principalmente de Zaragoza, Madrid, San Sebastián y Bilbao, estableció dos grupos de jóvenes arquitectos que seguían los dictados de la arquitectura moderna en España. Josep Lluís Sert, Fernando García Mercadal, Jose María de Aizpurúa y Joaquín Labayen entre otros, se organizaron en tres grupos regionales. otros arquitectos exploraron el estilo moderno desde puntos de vista particulares: Casto Fernández Shaw con su trabajo visionario, casi todo en papel, Josep Antoni Coderch, con su integración de la vivienda mediterránea y los conceptos del nuevo estilo o Luis Gutiérrez Soto, muy influenciado por tendencias expresionistas.
En la Exposición Mundial de 1929 de Barcelona el Pabellón alemán diseñado por Mies van der Rohe se convirtió instantáneamente en un icono; amalgamando el minimalismo de Mies van der Rohe y nociones de fidelidad a los materiales con influencias de De Stijl en el tratamiento de los planos en el espacio. El famoso techo se cierne sobre el espectador aparentemente sin soportes.
Durante y después de la Guerra Civil Española y la II Guerra Mundial, España estuvo aislada política y económicamente. Como consecuencia, unido a la preferencia de Franco por un «tipo de kitsch nacionalista clásico y mortecino», la creación de arquitectura vanguardista fue suprimida en su mayoría. Sin embargo, en las obras de algunos arquitectos pudieron coexistir la aprobación oficial y el avance del diseño arquitectónico, como es el caso de Luis Gutiérrez Soto, interesado en la tipología y la distribución racional de los espacios, cuya prolífica obra alterna con facilidad el redescubrimiento de estilos históricos con un estilo racionalista, o los encargos de los Sindicatos Verticales a Francisco de Asís Cabrero. Los logros de Luis Moya Blanco en la construcción de bóvedas de ladrillo también merecen una mención; su interés en la construcción tradicional en ladrillo lo llevó a un estudio profundo de las posibilidades formales modernas del material, destacando su uso de la bóveda tabicada.
En las últimas décadas de la vida de Franco, una nueva generación de arquitectos rescató con fuerza el legado del GATEPAC: Alejandro de la Sota fue pionero en este nuevo camino, y jóvenes arquitectos como Francisco Javier Sáenz de Oíza, Fernando Higueras y Miguel Fisac, a menudo con presupuestos modestos, investigaron en los tipos de vivienda prefabricada y colectiva.
Arquitectura contemporánea
La muerte de Franco y la vuelta de la democracia trajo un nuevo optimismo arquitectónico al país a finales de los 70 y en los 80. El regionalismo crítico se convirtió en la escuela dominante para la arquitectura seria. El flujo de dinero proveniente de la Unión Europea, el turismo y una economía floreciente, fueron campo fértil para la arquitectura española. Una nueva generación de arquitectos emergió, entre los que se cuentan Enric Miralles, Carme Pinós, y el arquitecto e ingeniero Santiago Calatrava. Los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla ambas en 1992 impulsaron internacionalmente aun más la reputación de España, hasta el punto que muchos arquitectos de países en recesión se desplazaron a España para participar en el boom. En reconocimiento al apoyo a la arquitectura realizado por la Ciudad de Barcelona, el Royal Institute of British Architects le entregó la Royal Gold Medal en 1999, la primera vez en la historia que el premio se entregaba a una ciudad.
Bilbao atrajo a la Fundación Solomon R. Guggenheim para construir una nueva galería que abrió sus puertas en 1997. Diseñado por Frank Gehry en estilo deconstructivista, el Museo Guggenheim de Bilbao se ha hecho famoso mundialmente y por sí sólo ha aumentado el prestigio mundial de Bilbao. El éxito del museo al crear una arquitectura icónica se conoce en la planificación urbana como el «efecto Bilbao».
El siglo XXI
En 2006, la Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas de Richard Rogers y Antonio Lamela ganó el Premio Stirling. En abril de 2007, el Musac (Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León, en León) de los arquitectos Emilio Tuñón y Luis M. Mansilla recibió el premio de Arquitectura Contemporánea Mies van der Rohe de la Unión Europea, que ya había ganado en 2001 el Kursaal (San Sebastián) de Rafael Moneo.
La Torre Agbar es un rascacielos de Barcelona realizado por el arquitecto francés Jean Nouvel. Mide 144,4 metros y tiene 38 pisos, incluyendo 4 niveles subterráneos. Su diseño combina una serie de conceptos arquitectónicos distintos, cuyo resultado es una sorprendente estructura construida con hormigón armado, cubierta con una fachada de vidrio y más de 4.400 ventanas cortadas en el hormigón estructural.
Del 12 de febrero al 1 de mayo de 2006 el MoMA, Museo de Arte Moderno de Nueva York, dedicó la exposición On-Site: New Architecture in Spain a la nueva arquitectura en España. El MoMA define España como un país que se ha convertido en los últimos años en un centro internacional de innovación y excelencia arquitectónica como demuestra el hecho de que siete premios Pritzker (Rafael Moneo, Álvaro Siza, Thom Mayne, Zaha Hadid, Jacques Herzog, Pierre de Meuron, Frank Gehry y Rem Koolhaas) hayan sido seleccionados para la exposición.
No hay un estilo español en arquitectura, no existe. Pero lo que sí hay en España actualmente es un porcentaje muy elevado de calidad en los proyectos, casi más que en ningún otro sitio del mundo. En España se construye mucho, en China aún más. Sin embargo, mientras que en China apenas hay propuestas interesantes, en España existen muchas.
En Madrid se lleva a cabo actualmente la construcción de cuatro rascacielos, de los cuales, el más alto medirá 250 metros. Este parque empresarial se llamará Cuatro Torres Business Area, y la Torre Repsol, que es la más alta, está diseñada por Norman Foster.
Arquitectura popular
Debido a las grandes diferencias climáticas y topográficas del país, la arquitectura popular muestra una gran variedad. Piedra caliza, pizarra, granito, arcilla (cocida o no), madera o paja son empleadas en las diferentes regiones. También las estructuras y distribución varían muchos según las costumbres regionales. Algunas de estas construcciones tienen nombres propios: cortijo, carmen, barraca, caserío, palloza, alquería, etc.
Fuente:
https://es.wikipedia.org